Las 7H30’. Suena el despertador. Es dos de febrero. Me levanto y preparo el desayuno. Voy camino del baño y piso sin darme cuenta ese horrible cojín que Vicente, el gordo Vicente, me regaló para mis hijas. La madre que lo parió, empieza a sonar I’ve got you babe, y los cabrones de los perros (él es marrón y ella blanca, con una cintita rosa) bailan y cantan y no acierto con el maldito botón. Entro en el baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira con muy mala leche.
Un café y al fondo escucho la voz aflautada de losantos que habla del puto tiempo que patrocina repsol y de la poca vergüenza de cándido. Casi no cruzo palabra con mi mujer que está mosqueada porque ayer llegué tarde, pero no hace falta porque seguimos las señales luminosas: los abrigos, las carteras, las bufandas, las niñas. Sorteo la obra, vamos a toda leche como siempre, un beso, otro beso, el patio y el periódico. No sé para qué lo compro; me valdría con el adn ese que dan en el metro.
Deprisa cojo el expediente y el autobús. Hoy voy a julián camarillo, así que puedo contemplar los gallumbos colgados de las ventanas y pisar el suelo que han cambiado tres veces porque le dieron la contrata a algún cuñado gilipollas. Cien personas en cuarenta metros cuadrados en ejemplo de pacífica convivencia: los chorizos con los civiles y los maderos, todos confraternizando y acordándose de los de dentro porque llevan tres horas esperando. Yo de quien me estoy acordando es de la madre del tío de la sala de togas que me ha dado una con la talla de frodo bolsón cuando llega mi cliente, tan apuesto, el pollero le llaman. Pacto, claro, y el fiscal casi ni me mira mientras me dice que no puede bajar más, con la cháchara al fondo de la jueza.
No puedo ir a casa y me bajo al urbe a tomar un bocata. Joder, qué mala suerte, está el tío raro del cuarto. Como me siga mirando así le voy a meter una hostia. En antena tres cuentan no sé qué de si la gente apagó las luces y en la calle discuten un viejo y un chaval en una vespino. No debía tomarme un café en el urbe, es un desatascador, pero no puedo evitarlo. Subo al despacho con sudores fríos y me encuentro en la puerta al rey de los brasas. Ya no sé como explicarle que yo no tengo la culpa de que un pleito en este país tercermundista dure tanto. Quisiera hablar navajo o inuit, para ver si así lo entendía, joder, ¡joder!, ¡¡joder!!.
Pongo el despertador. Mañana será dos de febrero. Deprisa cojo el expediente y el autobús. Hoy voy a julián camarillo, así que puedo contemplar los gallumbos colgados de las ventanas y pisar el suelo que han cambiado tres veces porque le dieron la contrata a algún cuñado gilipollas. Cien personas en cuarenta metros cuadrados en ejemplo de pacífica convivencia: los chorizos con los civiles y los maderos, todos confraternizando y acordándose de los de dentro porque llevan tres horas esperando. Yo de quien me estoy acordando es de la madre del tío de la sala de togas que me ha dado una con la talla de frodo bolsón cuando llega mi cliente, tan apuesto, el pollero le llaman. Pacto, claro, y el fiscal casi ni me mira mientras me dice que no puede bajar más, con la cháchara al fondo de la jueza.
No puedo ir a casa y me bajo al urbe a tomar un bocata. Joder, qué mala suerte, está el tío raro del cuarto. Como me siga mirando así le voy a meter una hostia. En antena tres cuentan no sé qué de si la gente apagó las luces y en la calle discuten un viejo y un chaval en una vespino. No debía tomarme un café en el urbe, es un desatascador, pero no puedo evitarlo. Subo al despacho con sudores fríos y me encuentro en la puerta al rey de los brasas. Ya no sé como explicarle que yo no tengo la culpa de que un pleito en este país tercermundista dure tanto. Quisiera hablar navajo o inuit, para ver si así lo entendía, joder, ¡joder!, ¡¡joder!!.
Al menos en casa mi mujer ya me habla. No me gusta lo que me dice pero algo es algo, y mis hijas protestan porque no les hago caso y la pequeña se ha dejado en casa la mochila de la piscina y es que no estoy en nada y voy a lo mío y joder, ¡joder!, ¡¡joder!! Que más quisiera, se pone a revisar no sé qué papeles y de repente se acuerda de que ha llamado mi madrequequeríaquelallames. Tengo en la cabeza las chimeneas del titanic y debía coger el periódico, sí el de la mañana que no he leído y resolver el problema del café del urbe, pero no, caigo en la trampa y la llamo para que me recuerde que no la hago caso y no la llamo y voy a lo mío.
Antes de meterme en la cama voy al baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira cansado, muy cansado.
Antes de meterme en la cama voy al baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira cansado, muy cansado.