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sábado, 24 de enero de 2009
 
Editado por Tsevanrabtan a las 3:53 | Todos los comentarios | 0 comentarios
viernes, 2 de febrero de 2007
Las 7H30’. Suena el despertador. Es dos de febrero. Me levanto y preparo el desayuno. Voy camino del baño y piso sin darme cuenta ese horrible cojín que Vicente, el gordo Vicente, me regaló para mis hijas. La madre que lo parió, empieza a sonar I’ve got you babe, y los cabrones de los perros (él es marrón y ella blanca, con una cintita rosa) bailan y cantan y no acierto con el maldito botón. Entro en el baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira sacándome la lengua.

Un café y al fondo escucho la voz aflautada de losantos pero no hago ni caso porque la veo de mañana y me acuerdo de javier y su tesis del polvo del currante. Se ve que tengo el día reflexivo. No hace falta que crucemos palabra, sigo las señales luminosas: los abrigos, las carteras, las bufandas, las niñas. Sorteo la obra, vamos a toda leche como siempre, un beso, otro beso, el patio y el periódico. No sé para qué lo compro; me valdría con el adn ése que dan en el metro.

Deprisa cojo el expediente y el autobús. Hoy voy a julián camarillo, así que puedo contemplar los gallumbos colgados de las ventanas y pisar el suelo que han cambiado tres veces porque le dieron la contrata a algún cuñado gilipollas. Es curioso, está tan mal hecho que ha crecido la hierba entre las baldosas. A lo mejor el cuñado quería hacer un jardín inglés. Sonrío y el segurata me mira mosqueado. Es pequeño y barrigudo. Hace juego con el jardín inglés y ya me estoy descojonando en su cara. ¡Hostias!, esto está atufado. Menos mal que tengo suerte; voy a conformar y me cuela la agente. El fiscal casi ni me mira mientras me dice que no puede bajar más. Salgo y se lo cuento al pollero, siempre tan "dandy", que me dice que no me preocupe, que si paga eso las cajas de tabaco le salen baratas. Joder, me sorprende su "fair play".

No puedo ir a casa y me bajo al urbe a tomar un bocata. De camino me encuentro con un cliente. Es un tío cojonudo. Fue capitán de la martina mercante y tiene pinta de capitán de la marina mercante. Se empeña en invitarme a comer y aunque le digo que no, que estoy muy liado, no puedo negarme cuando me cuenta que va a abrir una casa de masajes con unas tailandesas. Joder con el capitán pescanova, y encima se pone científico al contarme la mística thai del masaje.

Al menos en casa mi mujer ya me habla. Más que hablar me da órdenes. Disciplinado, juego al ajedrez y las escucho al piano. Chillan porque las estoy persiguiendo por la casa, las atrapo y las convierto en zombis y los tres nos abalanzamos sobre ella, nos queremos comer su cerebro y se cabrea, está haciendo croquetas.

Antes de meterme en la cama voy al baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo y me vuelvo a asombrar. Aún es temprano.

Pongo el despertador. Mañana será tres de febrero.
 
Editado por Tsevanrabtan a las 7:32 | Todos los comentarios |


Lleven las velas, pero tápense los oídos, porque si el día de la candelaria oyen tocar a duelo pronto le llamará la muerte a un pariente o amigo. Y es que por la candelaria el agua restalla, como dicen las cabañuelas, y si no el tejón sale, ve su sombra, y vuelve a la guarida, porque el invierno se alarga. "¿Y qué importa si tengo en la izquierda una moneda y el crêpe aguanta, o si doy la fiesta porque me tocó el regalo en el roscón de reyes?" dice el marinero, que huye de su mala suerte. Tampoco hay que hacer mucho caso, al fin y al cabo la marmota sólo acierta el 28 % de las veces que pronostica el tiempo cada dos de febrero.
 
Editado por Tsevanrabtan a las 7:31 | Todos los comentarios |
Las 7H30’. Suena el despertador. Es dos de febrero. Me levanto y preparo el desayuno. Voy camino del baño y piso sin darme cuenta ese horrible cojín que Vicente, el gordo Vicente, me regaló para mis hijas. La madre que lo parió, empieza a sonar I’ve got you babe, y los cabrones de los perros (él es marrón y ella blanca, con una cintita rosa) bailan y cantan y no acierto con el maldito botón. Entro en el baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira con muy mala leche.

Un café y al fondo escucho la voz aflautada de losantos que habla del puto tiempo que patrocina repsol y de la poca vergüenza de cándido. Casi no cruzo palabra con mi mujer que está mosqueada porque ayer llegué tarde, pero no hace falta porque seguimos las señales luminosas: los abrigos, las carteras, las bufandas, las niñas. Sorteo la obra, vamos a toda leche como siempre, un beso, otro beso, el patio y el periódico. No sé para qué lo compro; me valdría con el adn ese que dan en el metro.

Deprisa cojo el expediente y el autobús. Hoy voy a julián camarillo, así que puedo contemplar los gallumbos colgados de las ventanas y pisar el suelo que han cambiado tres veces porque le dieron la contrata a algún cuñado gilipollas. Cien personas en cuarenta metros cuadrados en ejemplo de pacífica convivencia: los chorizos con los civiles y los maderos, todos confraternizando y acordándose de los de dentro porque llevan tres horas esperando. Yo de quien me estoy acordando es de la madre del tío de la sala de togas que me ha dado una con la talla de frodo bolsón cuando llega mi cliente, tan apuesto, el pollero le llaman. Pacto, claro, y el fiscal casi ni me mira mientras me dice que no puede bajar más, con la cháchara al fondo de la jueza.

No puedo ir a casa y me bajo al urbe a tomar un bocata. Joder, qué mala suerte, está el tío raro del cuarto. Como me siga mirando así le voy a meter una hostia. En antena tres cuentan no sé qué de si la gente apagó las luces y en la calle discuten un viejo y un chaval en una vespino. No debía tomarme un café en el urbe, es un desatascador, pero no puedo evitarlo. Subo al despacho con sudores fríos y me encuentro en la puerta al rey de los brasas. Ya no sé como explicarle que yo no tengo la culpa de que un pleito en este país tercermundista dure tanto. Quisiera hablar navajo o inuit, para ver si así lo entendía, joder, ¡joder!, ¡¡joder!!.

Al menos en casa mi mujer ya me habla. No me gusta lo que me dice pero algo es algo, y mis hijas protestan porque no les hago caso y la pequeña se ha dejado en casa la mochila de la piscina y es que no estoy en nada y voy a lo mío y joder, ¡joder!, ¡¡joder!! Que más quisiera, se pone a revisar no sé qué papeles y de repente se acuerda de que ha llamado mi madrequequeríaquelallames. Tengo en la cabeza las chimeneas del titanic y debía coger el periódico, sí el de la mañana que no he leído y resolver el problema del café del urbe, pero no, caigo en la trampa y la llamo para que me recuerde que no la hago caso y no la llamo y voy a lo mío.

Antes de meterme en la cama voy al baño y un par de segundos después, en el espejo, veo a un tipo viejo y gordo que mea y que me mira cansado, muy cansado.

Pongo el despertador. Mañana será dos de febrero.
 
Editado por Tsevanrabtan a las 7:30 | Todos los comentarios |